sábado, 6 de junio de 2009

Un Requiem por los que se van y una alegre melodía por los que nos quedamos

Se había pasado con la colonia... El olor era fortísimo incluso para ella que le encantaba el perfume de aquella fragancia diseñada para los hombres que son realmente hombres. A pesar de eso, ella seguía pegada a su cuello porque sentía que si se soltaba se iba a caer en un pozo sin fondo y él era el único que con sus brazos y sus maneras era capaz de hacerle conservar el equilibrio en ese período que a veces nos gusta y otra no tanto que acostumbramos a llamar vida. Nunca se había sentido tan protegida a la vez que tan amada como en aquel momento; tan inerme y tan vulnerable... Y a causa de las circunstancias pasadas y del momento, tenía en su corazón una mezcla de tristeza y felicidad, ambas enormes luchando por arrebatar a la otra la parte que creía corresponderle.

Tenía los ojos cerrados pero sabía que la estaba mirando mientras le acariciaba el pelo, mientras se lo besaba... En alguno momento la apretaba con tanta fuerza que pensaba que se le iba a cortar la respiración, pero no le importaba porque necesitaba sentirse protegida y nadie la protegía como lo hacía él... Se sentía a salvo... A salvo de sus tristezas, de su nostalgia y de su melancolía... Ni si quiera era capaz de pensar en algo que no fuese en el aquel momento porque ese momento lo estaba siendo todo para ella. Habían llegado a un nivel de intimidad a la vez que de entendimiento que no podría superarse con nadie a ese respeto... Darían igual los factores espacio/tiempo: con otra persona, en otro momento y en otro lugar... Nada podría ser igual porque no sería ese momento, no sería ese lugar y no serían ellos dos.

Una cabezada... Sí, estamos muy cansados y necesitamos dormir. A veces sobraban las palabras... Otra no, otras eran muy necesaria, pero podrían ser tan solo cinco o seis palabras para entregarle el universo en una bandeja de plata a una persona... No hacen falta grandes logros.

Hay cosas en este vida, que sea por lo que sea, la magia del momento, el capricho del destino, la compañía o simplemente porque sí, se hacen eternas en nuestra memoria; se quedan con nosotros como un recuerdo de un viaje o el anillo que esperamos se vaya con nosotros a la tumba.
Sólo esperaba hacer de aquel momento, en aquel lugar, con aquella persona: un pedacito de eternidad para conservarlo así en su memoria.

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